Me puse a pensar en lo obsecuentes que son la mayoría de los periodistas deportivos. Se contradicen, y cambian de opinión si tienen en frente a un protagonista que antes habían bastardeado.
Casi lo único que miro en la tele son partidos de fútbol o programas relacionados con este deporte. Aún así, me aburren de sobre manera las notas a técnicos, jugadores, presidentes, etc. Ya se sabe lo que van a contestar, salvo raras excepciones de algunos personajes o de algún programa como “Sin Cassette”, que le hace honor a su nombre.
El olor a pata que despiden las bocas de los periodistas amoldes a cada situación se acrecienta cuando el protagonista en cuestión es Maradona.
Comencé con toda esta introducción porque quiero dejar en claro que no venero ni enaltezco a Maradona por haber sido el mejor jugador de la historia mundial. No soy un gran fanático de él, ni soy de los que lo consideran un Dios, me parece inigualable lo que hizo jugando a la pelota y grandioso, lo que no significa que lo defienda a ultranza.
Maradona nos cae al dedillo si buscamos motivos para sepultarlo, y si nos sobran ganas de corporizar a un Dios. Genera esas ambivalencias, esa cara o cruz, ese amor-odio, pero no solo entre los amantes del fútbol, funda esa ambigüedad a un nivel más general, programas de chimentos, canciones, política, cultura, etc. Su ejemplo parece servir de debate para diversas disciplinas u áreas. Que si está gordo, que si hace dieta, que si consume gaseosa, que se junta con Fulano o Mengano, que cambió de pareja...
Siento que así como se lo iza a lo más alto del universo, se lo golpea con más brusquedad que a otras personas, quizás, es por ese roce que alegan que tiene con lo divino o sobrenatural que nunca es medido con la misma vara que los demás. Así como una gran cantidad de personas parece condescenderlo en todo, muchos otros no le perdonan cosas que a otros individuos le perdonarían. ¿No es a su vez causa y consecuencia de esto, el gran ego de Diego? No deberíamos criticarlo por animarse a hacer lo que sea (conducir un programa de televisión, ser técnico, boxear, etc) y por su enorme auto estima. ¿Acaso esa confianza en si mismo no es alimentado por todos los que lo alabamos? Es el famoso más mimado de la Argentina. No debe resultar fácil que su costado narcisista se mantenga acurrucado en un rincón en medio de tantos elogios.
¿Cómo actuaríamos nosotros siendo Maradona? Imaginémonos que no disfrutaríamos de vida privada, no tendríamos intimidad, no podríamos salir a la calle. No es simple ser Maradona, no es simple llevar durante años el peso de las “responsabilidades sociales”. Encomillo esas palabras porque de verdad; más allá de que el fútbol sea solo un deporte, no podemos negar de que es un punto de fuga de la realidad. Me preguntan muchas veces:
-“¿Porqué te pones mal?, acaso el fútbol te da de comer?”.
-“No, no me da de comer pero me hace feliz”- contesto yo.
Son pocas las cosas que nos despiertan sensaciones como el fútbol, con sus alegrías y tristezas. Entonces no subestimemos al hincha que hace del fútbol o de cualquier otro deporte su pasión, no rebajemos al que se desvive por ver los partidos de su club, es parte de nuestra cultura. Maradona cada vez que pisó una cancha lo ha hecho con el peso y la exigencia que ningún otro jugador tiene, el peso de ganar los partidos por su cuenta en un deporte colectivo; por ser considerado Dios debía ser SIEMPRE el mejor; debía jugar en las condiciones físicas que sea; saldar deudas políticas que otros contrajeron; semejante carga nunca descansaría sobre nuestro cuerpo sin dejar contusiones.
Objetarán ustedes que otras glorias como Francescoli manejan mejor su imagen haciendo más esporádicas su aparición en los medios. Seguro que si, seguro que se puede, seguro que Maradona es débil ante la oferta de los medios. Basta recordar cuando estaba internado y Tinelli lo sacó de la clínica para llevarlo a su programa y competirle con más fuerza a “Gran Hermano”. Pero esto también es así porque Maradona tiene el carisma que no posee Francescoli o algun otro gran jugador. Maradona sostiene el ritmo de un programa que con algún otro decaería.
El privilegiado cuerpo de Maradona soporta el peso de las responsabilidades; de los moralistas livianos; las marcas de su origen; las cicatrices del tiempo; los moretones de las caídas; la cruz eterna del error HUMANO; y la ley de los más despiadados; pero sobre todo, soporta la sobrecarga de tener que obrar como un Dios ante mortales que se acostumbraron a que él les proporcione la felicidad que no se manifestó bajo ninguna otra forma o persona o deidad.