Siempre sostengo que la pasión es el motor más poderoso que poseemos para realizar nuestros actos. Las ganas y el entusiasmo son clave en cualquier actividad que pretendamos abordar. Quizás muchos asocien la pasión con el arrebato, con los bajos instintos, o con los impulsos, pero se puede ser pasional y dulce; pasional y tierno.
Lucio Mansilla, fue historiador argentino, también ejerció de periodista y escritor. El siguiente texto es un pensamiento de este analista de nuestra historia.
Digan lo que quieran, si la felicidad existe, si la podemos concretar y definir, ella está en los extremos. Yo comprendo las satisfacciones del rico y las del pobre; las satisfacciones del amor y las del odio; las satisfacciones de la oscuridad y de la gloria. Pero ¿quién comprende las satisfacciones de los términos medios; las satisfacciones de la indiferencia; las satisfacciones de ser cualquier cosa?
Yo comprendo que haya quien diga: -Me gustaría ser Leonardo Pereyra, potentado del dinero. Pero que haya quien diga: -Me gustaría ser el almacenero de enfrente, Don Juan o Don Pedro – un nombre de pila cualquiera, sin apellido notorio-, eso no.
Yo comprendo que haya quien diga: -Yo quisiera ser limpiabotas o vendedor de billetes de lotería.
Yo comprendo el amor de Julieta y Romeo, como comprendo el odio de Silvia por Hernani, y comprendo también la grandeza del perdón.
Pero no comprendo esos sentimientos que no responden a nada enérgico ni fuerte, a nada terrible o tierno.