lunes, 11 de enero de 2010

La pasión, nuestro fuego interior


Siempre sostengo que la pasión es el motor más poderoso que poseemos para realizar nuestros actos. Las ganas y el entusiasmo son clave en cualquier actividad que pretendamos abordar. Quizás muchos asocien la pasión con el arrebato, con los bajos instintos, o con los impulsos, pero se puede ser pasional y dulce; pasional y tierno.

Lucio Mansilla, fue historiador argentino, también ejerció de periodista y escritor. El siguiente texto es un pensamiento de este analista de nuestra historia.

Digan lo que quieran, si la felicidad existe, si la podemos concretar y definir, ella está en los extremos. Yo comprendo las satisfacciones del rico y las del pobre; las satisfacciones del amor y las del odio; las satisfacciones de la oscuridad y de la gloria. Pero ¿quién comprende las satisfacciones de los términos medios; las satisfacciones de la indiferencia; las satisfacciones de ser cualquier cosa?


Yo comprendo que haya quien diga: -Me gustaría ser Leonardo Pereyra, potentado del dinero. Pero que haya quien diga: -Me gustaría ser el almacenero de enfrente, Don Juan o Don Pedro – un nombre de pila cualquiera, sin apellido notorio-, eso no.

Yo comprendo que haya quien diga: -Yo quisiera ser limpiabotas o vendedor de billetes de lotería.

Yo comprendo el amor de Julieta y Romeo, como comprendo el odio de Silvia por Hernani, y comprendo también la grandeza del perdón.

Pero no comprendo esos sentimientos que no responden a nada enérgico ni fuerte, a nada terrible o tierno.

jueves, 7 de enero de 2010

Pantaloncitos, polleritas, fútbol y muñecas


Dice la leyenda que Hefesto (Dios feo y cojo) estaba casado con la bella Afrodita. Esta Diosa engañaba a Hefesto con el Dios de la guerra, Ares.


El desafortunado Hefesto, al enterarse de la falta de rectitud de su mujer, decide tenderle una trampa. Es así, que quedan apresados al lecho inmoral los dos amantes en plena desnudez y Hefesto reune a los demás dioses para que contemplen semejante abuso de albedrío.


Entre los boquiabiertos espectadores se encontraba Hermes, que, al no poder evitar sentirse atraído por la Diosa ahí rendida, hizo saberles a los demás, que él era capaz de soportar semejante vergüenza con tal de una noche con ella.


Babas más, babas menos, Afrodita decide premiar el arrojo de Hermes y le concede su deseo. Fruto de esa noche, nace Hermafrodito, combinando los nombres de estos amantes.


En plena etapa adolescente, Hermafrodito se encontraba dando un paseo cuando en un lago se le aparece la ninfa Sálmacis y quiere apropiarse de él, lo arrastra a las profundidades y se funden en un solo cuerpo. Mitad mujer, mitad varón.


No hay demasiada información sobre el hermafroditismo, en Internet son pocas las páginas que le dan un tratamiento serio y tampoco se encuentran estadísticas que aborden sobre el tema. Esto último puede deberse en parte a que las personas que padecen esta afección no lo dicen, se ocultan debido a que serían discriminadas u observadas permanentemente como animales de zoológico.


Ser hermafrodita no es solamente tener genitales masculinos y femeninos, implica un no desarrollo normal a nivel hormonal, cambios en la voz, la toma de medicamentos para que crezca o no el vello, indefinición sexual, no participar de ciertas actividades comunes al resto de las personas, trastornos psicológicos, etc.


Los seres humanos somos complejos necesariamente, en el caso de las personas con esta patología parece que la naturaleza se hubiera ensañado con ellas. Una persona de cada un millón es hermafrodita. Que los demás novecientos noventa y nueve mil, novecientos noventa y nueve, no la hagan a un lado.